Saturday 30 August 2014

LA VIDA EN LAS CALLES DE PALMA


Hoy he vuelto a ver a esa cantante de ópera que se sienta en la calle San Miguel. Unos sesenta y tantos muy tantos, pelo recogido, siempre sentada en un taburete y cantando La Traviata. Duele verla cantando en la calle, pero aun duele más si uno ya había visto hace diez años. En diez años, su voz ha menguado como diez veces. Supongo que es el tipo de vida que lleva. Aun así, no deja de impresionarme.

Me pregunto cómo llegó hasta ahí y cómo es el resto de su día. A veces, estar pidiendo en la calle es el resultado de la mala fortuna; otras es una opción de personas que no soportan una forma de vida más “regular” y “estricta”. Algunos de los que piden en la calle carecen de otra opción; otros tienen un piso alquilado a precio de risa y lo realquilan por habitaciones a precio de oro.

En Palma abundan las casas extrañas con gente aun más extraña; de esas en las que la señora sale a la puerta con el pantalón embutido y pinta de “chachi-remamita”. Son esas mismas que quieren que el inquilino se pase el día fuera de la casa y sólo venga estrictamente a dormir (un “piso con derecho a respiro”).

- “Buscamos persona tranquila, sin pareja, con trabajo, que se pase el día fuera de casa. No se permiten visitas.”
Hace unos años conocí a una chica que se dedicaba, precisamente, a estas dos labores: la de subagente inmobiliario y la de artista de paseo.

- Yo no obtengo lucro alguno – decía – porque yo necesito dos habitaciones de la casa para mi novio y para mí; con la alquiladas “sólo” obtengo lo necesario para pagar el piso y los gastos de agua y electricidad...
Así explicaba sus “escasos” no declarados rendimientos de capital mobiliario. Lo bueno del caso es que esta persona no tenía “papeles”: era ilegal. Sin embargo, tenía un alquiler a su nombre y una tarjeta de la Seguridad Social...

Ayer me la encontre por la calle: resulta que, además, está incursa en un proceso de selección para “encargada de mancebía”. También vende trufas y strudels en bares y restaurantes. Y, en las horas libres, da masajes en el piso de las habitaciones subarrendadas. Treinta euros la hora. Éste mes termina de pagar su piso en Francia.
Y, con ésto y un bizcocho... hasta mañana a las ocho.




 
Copyright Luisa Fernández Baladrón

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